[Mardoqueo] les había declarado que era judío. Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira. Pero tuvo en poco poner mano en Mardoqueo solamente, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de Mardoqueo; y procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo.
En el libro de Ester no se menciona nada negativo acerca de Mardoqueo. En este sentido, él es un débil tipo de nuestro Señor Jesucristo, aunque sabemos que el Señor Jesús es mucho más grande que todos los que lo representan o nos hacen pensar en él en la Palabra. ¡Él es el único por el cual Dios abrió los cielos para declarar que se complacía en él!
Fiel a su Dios, Mardoqueo se negó a inclinarse ante Amán, descendiente de los reyes amalecitas. Cuando se le retó a postrarse y se le preguntó por qué no lo hacía, Mardoqueo dijo que era porque era judío. Este hecho se le comunicó a Amán y desencadenó su furia. Despreciando el atacar solo a Mardoqueo, Amán decidió destruir a todos los judíos del reino, el pueblo de Mardoqueo. Tras echar suertes para determinar qué día llevar a cabo su malvado plan, Amán le ofreció al rey una enorme suma de dinero para garantizar la autorización de este genocidio. El rey dio su consentimiento muy libremente, y Amán envío cartas para tal efecto a todo el imperio persa.
Como nos muestra Apocalipsis 12 en lenguaje simbólico, la implacabilidad de Satanás contra los judíos proviene del hecho de que son el pueblo de nuestro Señor Jesús, el supremo objeto de su odio. Cuando Satanás lo tentó para que se inclinara ante él, Jesús rechazó categóricamente su perversa propuesta, citando la Escritura. Los judíos, el pueblo terrenal de Jesús, han sido frecuentemente el blanco del odio asesino del diablo. La historia está repleta de intentos de Satanás por exterminar a este pueblo. Pero Dios los ha desbaratado todos.
Eugene P. Vedder, Jr.