Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios.
Gran parte de Hechos 7 despliega poderosamente la historia de la nación de Israel. Al final de su discurso, Esteban hizo una aplicación dolorosa a las conciencias de sus oyentes, la cual sacó a la luz su más amarga hostilidad. Aquí vemos el efecto de la religiosidad sin Cristo. Estos hombres profesaban ser guardianes de la religión y guías del pueblo, pero esto demostró que se trataba de la religión contra el cristianismo. Estaban llenos de hostilidad y rabia religiosa; mientras que Esteban estaba lleno del Espíritu Santo. Crujían los dientes; mientras que el rostro de Esteban era como el de un ángel. ¡Qué contraste!
La mirada de Esteban estaba fija en el Hombre glorificado en el cielo. Esto es el cristianismo. Esta es la idea verdadera y normal acerca de qué es un cristiano. Un cristiano es alguien lleno del Espíritu Santo, alguien que mira, con la firme mirada de la fe, hacia el cielo, ocupándose de un Cristo glorificado. No podemos aceptar ningún estándar más bajo que este, por más débiles que seamos en la práctica. Es un estándar muy alto y santo. Tenemos que confesar lo poco que estamos a su altura, pero sigue siendo el estándar divino, y todo corazón consagrado aspirará a él, sin conformarse con nada menor.
Todo cristiano tiene el feliz privilegio de poder estar lleno del Espíritu Santo y tener la mirada de la fe fija en el Hombre glorificado en el cielo. Se ha cumplido la redención; el pecado ha sido quitado; la gracia reina por medio de la justicia; hay un Hombre en el trono de Dios; el Espíritu Santo ha descendido a esta tierra y ha establecido su morada en el creyente individualmente y en la Iglesia colectivamente. Así es. Estas cosas no son simples especulaciones o teorías frívolas. Son inmensamente prácticas, divinamente formativas y poderosamente influyentes.
C. H. Mackintosh