El Señor Está Cerca

Martes
9
Mayo

Estando Mardoqueo sentado a la puerta del rey… dos eunucos del rey… procuraban poner mano en el rey Asuero. Cuando Mardoqueo entendió esto, lo denunció a la reina Ester, y Ester lo dijo al rey en nombre de Mardoqueo… Se hizo investigación del asunto, y fue hallado cierto; por tanto, los dos eunucos fueron colgados en una horca. Y fue escrito el caso en el libro de las crónicas del rey.

(Ester 2:21-23)

Después de estas cosas el rey… engrandeció a Amán… agagueo.

(Ester 3:1)

Después de la cautividad en Babilonia (13) — Salvando al rey

¿Qué hacemos cuando descubrimos que alguien está tramando algo peligroso en nuestra contra? ¿Le decimos claramente que se detenga y luego hacemos todo lo posible para que no siga con sus planes? ¿O no hacemos nada, manteniéndonos al margen de los problemas, contentos de que no sea de nuestra incumbencia? ¿O se lo decimos a alguien que pueda (y quiera) hacer algo al respecto? Mardoqueo eligió esta última alternativa. Informó a la reina Ester de que dos guardias del palacio planeaban asesinar al rey. Ester informó de este plan a Asuero, mencionando que había sido informada por Mardoqueo. Entonces se llevó a cabo una investigación, los culpables fueron castigados según las costumbres de la época y el incidente quedó registrado en las crónicas del rey. En Santiago 4:17, leemos: “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

¿No sería justo que tal acción fuera bien recompensada? Sin duda alguna, pero no podemos esperar que la vida en este mundo sea siempre justa. En lugar de recompensar a Mardoqueo, el rey engrandeció a Amán agagueo, “y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él”, y exigió que todos se arrodillen y humillen ante él (3:1, 2). “Agag” era el título de los reyes de Amalec, y Dios había jurado tener “guerra con Amalec de generación en generación” (Éx. 17:16). Mardoqueo había mostrado su gran amor hacia Ester, la joven huérfana. También había demostrado su gran lealtad al rey. Y ahora mostró su gran fidelidad a Dios, arriesgando su vida al poner la Palabra de Dios por encima de las órdenes humanas.

Eugene P. Vedder, Jr.

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