El Señor Está Cerca

Miércoles
10
Mayo

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo.

(Mateo 6:19-20)

¿Dónde está nuestro tesoro?

Hace algún tiempo visitamos a unos amigos que estaban en EE.UU. por un contrato de trabajo de tres años. Sabiendo que no se establecerían allí, sino que volverían a su tierra natal en Sudamérica en la fecha señalada, ellos vivían de una manera muy particular. Habían encontrado suficientes muebles para que la casa que alquilaban fuera relativamente cómoda, pero sus muebles eran básicos; los habían comprado de segunda mano, o eran cosas viejas que otros les habían regalado. Incluso sentían que tenían más de lo que necesitaban. Podrían haber comprado cosas más bonitas, pero en lugar de eso vivían muy modestamente con el propósito de enviar una buena suma de dinero a su país, donde intentaban comprar una casa más adelante.

Su ejemplo me recordó cómo debemos vivir. Abraham fue llamado por Dios para que dejara su propio país y fuera a otra tierra que heredaría; sin embargo, vivió en esta nueva tierra como en tierra ajena, “morando en tiendas” (es decir, sin establecerse en aquella nueva tierra), porque esperaba una ciudad celestial, una que tiene fundamentos, “cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:9, 10). El apóstol Pablo escribió: que “los que compran”, sean “como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (1 Co. 7:30-31). Sí, Dios nos ha dado buenas cosas para que las disfrutemos (1 Ti. 6:17). Sin embargo, también nos ha instruido a que no hagamos tesoros en la tierra, sino que hagamos tesoros en el cielo. En un día futuro recibiremos la recompensa por lo que hicimos con lo que el Señor nos confío. Trabajemos con lo que tenemos, sea poco o sea mucho, para que aquel día podamos escucharlo decir: “Bien, buen siervo y fiel”.

Albert Blok

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