El Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas… os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad.
El texto de hoy es la primera estrofa de la bendición final de la Epístola a los Hebreos. A lo largo de la carta, el Espíritu Santo ha presentado extensamente a Cristo como el gran sumo Sacerdote, pero aquí, al final, los lectores son encomendados al tierno cuidado de Cristo como el Gran Pastor. Como nuestro gran sumo Sacerdote, Cristo se compadece de nuestras debilidades e intercede por nosotros, pero como el gran Pastor, nos alimenta y guía. Como el “buen Pastor”, el Señor Jesús dio su vida por sus ovejas (Jn. 10:11, 15), pero como el gran Pastor que resucitó de entre los muertos, ahora vive para las ovejas.
Como el “gran Pastor”, él nos hace “aptos en toda obra buena” para que hagamos “su voluntad”. El apóstol Pedro habla mucho del Señor Jesús como Pastor de la grey: “Vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1 P. 2:25). Como pastor, el Señor apacienta a los suyos en delicados pastos y los conduce a aguas de reposo (Sal. 23:2). Como Obispo (o Supervisor), vigila y protege al rebaño. Pedro dice que cuando Cristo, como Príncipe de los pastores, aparezca en gloria, dará la “corona incorruptible de gloria” a los pastores que han sido fieles en el cuidado de la grey (1 P. 5:4).
En realidad, en el idioma original, el término “Príncipe de los pastores” es solo una palabra. Esta puede traducirse literalmente como «Archipastor». El mundo religioso acostumbra utilizar una terminología que no es bíblica: Hablan de arzobispos y archidiáconos. Sin embargo, podemos afirmar que sí hay un verdadero y único Archipastor. A veces, la gente pregunta: «¿Quién es el pastor de tu iglesia?». Siempre deberíamos responder: «El Señor Jesucristo» ¡Qué precioso es que podamos encomendar nuestro camino a tal Pastor!
Brian Reynolds