Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.
Cristo es el Modelo que imparte la gracia para la vida cristiana. Esta vida cristiana no solo se caracteriza por una consagración a Cristo, sino también por “la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Co. 10:1).
Al escribirle a los creyentes en Filipos, abordando con fidelidad sus defectos, el apóstol Pablo nunca pasó por alto las gracias que adornaban a estos creyentes. Observa con alegría cómo exhiben el fruto del Espíritu: lo llama consolación en Cristo, consuelo de amor, comunión del Espíritu, afecto entrañable y misericordia. Sin embargo, él vio un gran defecto y lo abordó con ternura. Pudo discernir que en esta asamblea había una falta de unidad, y les muestra que el único camino para promover esta unidad radicaba en despojarse de uno mismo. La humildad (v. 3, 4) implica no pensar en absoluto en uno mismo, sino solo en el bien de los demás. Es fácil ser educado y pronunciar palabras humildes, pero lo verdaderamente difícil es tener un espíritu humilde. El desprecio de uno mismo no prueba en nada que poseemos un espíritu humilde. De hecho, es todo lo contrario, porque al fin y al cabo seguimos hablando de nosotros mismos, y esto puede adoptar una de las peores formas de orgullo: ¡El orgullo de ser humilde! El espíritu humilde no piensa en sí mismo, ni en lo bueno ni en lo malo, sino que piensa en los demás para servirlos con amor.
Un espíritu humilde no se adquiere por esfuerzos propios, ni tratando de ser humilde. Esforzarse solo logrará que nuestro ego se resalte más. El espíritu humilde se cultiva cuando captamos lo que se ve en Cristo. Al contemplar el carácter humilde de Cristo, perfecta muestra de la verdadera humildad, no podemos dejar de admirar su perfecta belleza y gracia, y somos transformados por su contemplación (véase 2 Co. 3:18). En Filipenses 2:5-11, Pablo presenta a Cristo como nuestro Modelo perfecto. Allí vemos, trazando todas las etapas de su camino desde la gloria divina hasta la vergüenza de la cruz, una conmovedora imagen de su humildad de espíritu. Ciertamente, este es el modelo perfecto del espíritu humilde.
Hamilton Smith