Se levantó, y midió la tierra; miró, e hizo temblar las gentes; los montes antiguos fueron desmenuzados, los collados antiguos se humillaron. Sus caminos son eternos.
Aquí vemos bellamente retratadas la sabiduría y la paz del Señor Jesucristo, así como su perfecta justicia. “Midió la tierra” expresa la forma en que él discierne con precisión la verdadera condición de la tierra, así como la de todos sus habitantes, en el momento en que el juicio caerá sobre un mundo en rebelión contra Dios. Ese día está cerca. En su paciencia, Dios ha dado a los hombres todas las oportunidades posibles para que se arrepientan y se salven, pero solo se ha encontrado con obstinación y desobediencia continua. Sin embargo, después de tanta paciencia, y aun cuando la culpa del hombre clama por un juicio, el Señor no lo decretará al azar, sino que lo medirá y actuará en consecuencia. Pero cuando llegue el juicio, este será devastador y aterrador. Los “montes antiguos” –que representan a los principales gobiernos del mundo, establecidos desde hace mucho tiempo, los cuales parecen poseer gran estabilidad y una seguridad garantizada– serán desmenuzados. También desaparecerán los “collados antiguos”, que representan a gobiernos de menor importancia, pero que tampoco parecían tambalear. Los hombres llaman a Roma la ciudad eterna, pero el Libro del Apocalipsis, en su lenguaje profético, declara: “¡En una hora ha sido desolada!” (Ap. 18:19).
El texto de hoy termina con un hermoso contraste: “Sus caminos son eternos”. Los hombres edifican como si sus obras fueran a durar para siempre, pero todo lo que es del hombre se reducirá a la nada.
¡Qué diferentes son los caminos y las obras del Señor Jesús! Por su muerte, él obtuvo “eterna redención” para todos los que ahora lo reciben como Salvador. Les ha dado vida eterna como una posesión presente e inmutable, en vista de su entrada a una “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos”. Ciertamente, el sabio puede decir: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres” (Ec. 3:14).
L. M. Grant