Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Esto es lo que decían de él sus enemigos, los que lo odiaban: “He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores” (Mt. 11:19). ¡Qué agradecidos estamos de que sea amigo de los pecadores!
Esto es lo que decían aquellos cercanos suyos que no creían en Él: “Está fuera de sí” (Mr. 3:21). Sirvió a su Padre y a su pueblo como el Siervo perfecto, pero a las personas les costó entenderlo. Por esto Dios quiere que sigamos sus pisadas también en esto. “Unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo” (Jn. 7:12). Aún hoy, la gente no puede ponerse de acuerdo en cuanto a esto. ¡Qué grave es decir que el Señor es un mentiroso –como el diablo–, cuando Él es la verdad misma!
El sumo sacerdote y los que estaban con él dijeron a Pilato: “Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado” (Jn. 18:30). Sin embargo, siete veces (tres veces por parte de Pilato, una por la esposa de Pilato, una por Herodes, una por un centurión y una por el malhechor en la cruz) el Señor Jesús fue declarado inocente, un Hombre justo, sin culpa. Era el Hombre perfecto, sin pecado. La gente misma decía: “Bien lo ha hecho todo” (Mr. 7:37). No era un malhechor, sino que, al ser un Hombre perfecto, solo él podía salvarnos.
El título escrito por Pilato en la cruz fue: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos” (Jn. 19:19). Esta inscripción fue puesta como un insulto. Más tarde, este nombre sería utilizado por los propios discípulos para referirse al Señor, identificándose con Aquel que fue rechazado. Maravillosamente, cuando meditamos en estas expresiones de crítica y desprecio hacia el Señor, ¡podemos ver sus glorias resplandeciendo! ¡Sí, ciertamente él es admirable!
Albert Blok