Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
El Señor Jesús es el “Gran Pastor”, y nosotros somos las ovejas de su prado. Él cuida bien de sus ovejas, preocupándose personalmente por cada una. Mi Pastor conoce perfectamente mis circunstancias, y puedo ponerme en sus manos y confiarle todo. Si puedo decir: “El Señor es mi pastor”, siempre puedo añadir: “Nada me faltará”.
El deseo de nuestro Gran Pastor es llevarnos a “delicados pastos”. Una oveja no descansa hasta que se libera del temor a los enemigos que acechan fuera del rebaño. Podemos tener temor de perder nuestro trabajo, temer que algo les suceda a nuestros hijos o temer por algún familiar enfermo. Hay muchas cargas que también pueden pesar sobre nosotros. Sin embargo, cuál sea el temor o la preocupación, estos se disipan si creemos en las promesas de nuestro Señor: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:5-6).
Nuestro Gran Pastor quiere guiarnos. Como las ovejas, tendemos a ir a donde se nos plazca. Al hacerlo, traemos tristeza y remordimiento a nuestras vidas, las cuales se vuelven estériles y sin un propósito espiritual. Cuando nos dejamos guiar por Él el Pastor, entonces hallamos paz, tranquilidad y descanso junto a “aguas de reposo”.
Tan pronto como comenzamos a desviarnos, el Pastor interviene para restaurar nuestras almas y llevarnos de vuelta a él. Puede usar las Escrituras, o puede utilizar el ministerio de otro creyente, o incluso puede permitir que suceda algo en nuestras vidas que nos haga parar y escuchar su suave voz. Él continuará su obra de restauración porque nos ama demasiado como para dejarnos ir por nuestro propio camino. En su amor y gracia, nos hace volver a él.
J. D. McNeil