El Señor Está Cerca

Miércoles
8
Marzo

Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.

(2 Pedro 1:3)

El llamamiento divino (3) – Fuera del mundo, hacia Cristo

El llamamiento de Dios, mediante su divino poder, nos ha atraído hacia él. Su llamamiento tiene lugar en el tiempo, pero está vinculado a sus propósitos eternos, que consisten en conformar a la imagen de su amado Hijo a aquellos que ha escogido y llamado (Ro. 8:29). Dios nos llamó con su voz, y le hemos escuchado; le hemos visto gracias a su luz; y nos comunicó sus buenas nuevas (2 Co. 4:4-6). Su llamamiento es santo (2 Ti. 1:9), separándonos para sí mismo.

Aunque permanezcamos en este mundo hasta el arrebatamiento de la Iglesia, ya no pertenecemos a este presente mundo malo ni a su sistema. El llamamiento de Dios a «salir» no es algo negativo, pues atrae a quienes han sido llamados hacia la Persona más maravillosa del universo –nuestro Señor Jesucristo. Hemos respondido a este llamamiento y ahora pertenecemos a su Iglesia, pues hemos sido atraídos a Cristo, y a nuestro Dios y Padre, por el poder del Espíritu Santo que viene a morar en nosotros cuando fuimos salvados. Habiendo sido llamados y salvados, pertenecemos a la Iglesia de Dios –en griego, la palabra “ekklesia” (Iglesia o Asamblea) significa literalmente «una compañía de personas llamadas fuera».

Todos los que son llamados por esta poderosa voz –fuera de este mundo, fuera de la oscuridad –son atraídos por y hacia la maravillosa luz de Dios. Simultáneamente, son atraídos a Cristo y a todos los verdaderos creyentes que han recibido a Cristo como su vida. Abraham fue llamado por y para el “Dios de la gloria” (Hch. 7:2). Nuestro llamamiento celestial nos conecta para siempre con nuestro Señor Jesús, quien se ha sentado a la diestra Dios, habiendo recibido gloria y honra (He. 2:9; 3:1). En la tierra, el Señor Jesús llamó a sus discípulos para que fueran salvos, lo siguieran, aprendieran de él, y entonces los envío. Ahora llama desde el cielo, pero los objetivos son los mismos.

Alfred E. Bouter

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