Oyendo los enemigos de Judá y de Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el templo... vinieron… y les dijeron: Edificaremos con vosotros, porque... buscamos a vuestro Dios… [los líderes] dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos… pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara. Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos.
¡La reconstrucción del templo había comenzado! Ahora los pueblos vecinos, enemigos del pueblo de Dios, se acercan a los líderes judíos y les piden permiso para edificar junto con ellos. “Porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios”, les dicen. ¿Era esto realmente cierto?
Dios nos habla del origen de estos samaritanos en 2 Reyes 17. El rey de Asiria había llevado cautivos a los habitantes del reino de las diez tribus y los había reubicado en ciudades de Asiria y Media. Los reemplazó con cautivos de otros lugares que había conquistado. Estos cautivos, provenientes de otras tierras, adoraban a varios ídolos y no temían al Señor. Así que el Señor envió leones entre ellos
–haciéndoles saber que él era el Dios verdadero. Estas naciones comenzaron entonces a adorar al Señor junto con sus ídolos. Dios no permite este tipo de adoración. No compartirá su gloria con otro (Is. 42:8). Le había dicho claramente a su pueblo que lo adoraran solo a él y que no temieran a otros dioses.
Los líderes del pueblo de Dios rechazaron la ayuda de los pueblos vecinos, y con razón. ¿Cómo podrían los creyentes y los no creyentes construir algo juntos para la gloria de Dios? Después, estos pueblos mostraron sus verdaderas intenciones. Inmediatamente comenzaron a hacer todo lo posible para impedir la obra de reconstrucción del templo. Incluso le escribieron una carta al rey de Persia, la cual incluía acusaciones falsas contra los judíos. En el Nuevo Testamento podemos ver que este odio hacia los samaritanos continuaba en los días de nuestro Señor Jesús.
Eugene P. Vedder, Jr.