Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es..
Nos encontraremos con el Señor y “lo veremos tal como él es”. Para el mundo, él vendrá como el Rey de reyes, y Señor de señores, para juzgar y hacer guerra, y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él (Ap. 19:16; 1:7). Pero nosotros no nos lamentaremos, porque, aunque también veremos el esplendor de su majestad, lo veremos y conoceremos como aprendimos a conocerlo en la tierra. Lo que Cristo es para nosotros ahora, también lo será entonces. No nos encontraremos con un extraño a quien temer, sino a un Salvador y Amigo que amamos –alguien que ha estado a nuestro lado en nuestros dolores y nos ha sostenido. Veremos a Aquel que es nuestra fuente y gozo cada día; como es para nosotros ahora, así lo veremos entonces. ¡Qué bellas experiencias nos han unido a él en este valle de lágrimas! ¡Qué lazos tan íntimos tenemos con él, los cuales nunca desaparecerán!
Nosotros apareceremos con el Señor cuando venga a reconciliar todas las cosas con Dios, y cuando su gloria brille hasta los confines del universo que él ha creado. Lo veremos entonces, en su maravillosa perfección, la cual era suya cuando estuvo en el pesebre, en la cruz y en el trono de su Padre. Cada recuerdo suyo, así como cada nueva manifestación de su gloria, provocará una alabanza espontánea de nuestros corazones y labios.
Él es un Salvador grande y glorioso, y desearía poder retratarlo de una forma más digna de él. Este último punto es, al mismo tiempo, mi gozo y mi tristeza: Gozo porque al menos puedo hablar de él, y tristeza porque mis palabras acerca de su persona son tan frías y aburridas, cuando deberían tocar profundamente el corazón y ponernos a sus pies con santo entusiasmo y total rendición. Sin embargo, más que oír hablar de él, es mil veces mejor acercarse directamente a Cristo para aprender lo que es para usted. Ese conocimiento de su Persona, que adquirirá a sus pies, nunca se perderá: Será su valiosa porción por los siglos de los siglos.
J. T. Mawson