Estaba yo quebrantado, y no hablaba… ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades? Selah. Dije: Enfermedad mía es esta; Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo… Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos.
(Salmo 77:4, 9-10, 12)
Un creyente escribió: «Si eres capaz de preocuparte, entonces también eres capaz de meditar». El salmo 77 ilustra cómo el peso de nuestras preocupaciones puede ser sustituido por la fuerza que de Dios da. La preocupación es el tema principal de la primera parte de este salmo. Asaf, su autor, busca al Señor en el día de su angustia (v. 2). Su espíritu está abrumado, y aunque recuerda sus cánticos en la noche, ahora Dios le parece distante. Incluso se pregunta si el Señor ha dejado de ser misericordioso o si se ha olvidado de su gracia. Estas expresiones demuestran claramente cuáles son las profundidades de la desesperación. Cuando nos vemos abrumados por la preocupación, vemos todo a través del prisma de nuestros problemas.
Pero el salmista ha aprendido a distinguir entre su propia ansiedad y la fidelidad de Dios. Traza una línea bajo sus pensamientos, como si dijera: «Estas preguntas son producto de mi preocupación. Dejaré de formularlas y comenzaré a pensar en lo que Dios ha hecho». La preocupación que llenaba su mente, creando constantes pensamientos dolorosos, da paso a un nuevo conjunto de pensamientos acerca de la fortaleza, la redención y el cuidado de Dios por su pueblo. Estos pensamientos hacen referencia a los días de Jacob y Moisés, como si Asaf no pudiera recurrir ni siquiera a su propia experiencia. Sin embargo, eso fue suficiente, y Asaf recuerda que se puede confiar en Dios.
La preocupación nos invade, llevándonos a rememorar nuestras dificultades una y otra vez. La meditación, en cambio, nos conduce a recordar continuamente la fidelidad de Dios. Esta meditación no cambiará nuestras circunstancias, pero reemplaza la preocupación y, por lo tanto, ¡nos transforma!
Stephen Campbell