El Señor Está Cerca

Lunes
20
Febrero

El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham… antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.

(Hechos 7:2-3)

El llamamiento divino (2) — Salir del mundo

Después del diluvio, los descendientes de Noé se dividieron en diferentes grupos étnicos. Desgraciadamente, pronto cayeron en todo tipo de idolatría, tal como se nos relata en Génesis 10 y 11, y luego se nos describe en Romanos 1:18-32. A medida que estos pueblos se volvían a los ídolos, Dios permitió que siguieran sus propios caminos, aunque él hace a todo ser humano responsable delante de Él (véase Hch. 17:24-31; Ro. 3:19). En su gracia soberana, el Dios de gloria llamó a Abram para que saliera de aquel mundo de idolatría, y lo convirtió en padre de todos los creyentes que siguen sus pisadas. Con frecuencia, Dios les recordaba a los descendientes de Abraham que debían permanecer fieles a él y no volverse a los ídolos vanos. ¿Por qué? Porque cada nueva generación debe aprender las mismas lecciones que Abraham tuvo que aprender. Después del Éxodo de Israel de Egipto, Dios repitió este requisito: A los hijos, es decir, a cada nueva generación, se les debía enseñar lo que les había sucedido a sus padres. El mundo, ya sea bajo la influencia de Babilonia, Egipto o Canaán, es un sistema que se estableció con el solo propósito de competir con los planes de Dios para la humanidad. El libro de los Jueces y muchos de los profetas muestran cómo los descendientes de Abraham fueron víctimas de estas influencias seductoras que contendían contra Dios y sus intereses. ¡Hoy en día no es diferente! Juan nos advierte que no amemos al mundo, ni las cosas que están en el mundo, y que no nos dejemos dominar por las pasiones y deseos (1 Jn. 2:15-17). Hemos sido bendecidos con la mayor de las bendiciones (1 Jn. 5:20), pero estamos constantemente en peligro de desviarnos. “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21). El llamamiento a «salir» es tan relevante hoy en día como lo fue para Abraham y sus descendientes. Corremos tanto o más peligro de caer como en los tiempos en que se escribieron las epístolas.

Alfred E. Bouter

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