Dijo Moisés a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha nombrado a Bezaleel… lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte… Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar.
(Éxodo 35:30-31, 34)
Bezaleel fue un perito arquitecto en Israel, así como Pablo fue un perito arquitecto en la Iglesia. Pablo le escribió lo siguiente a los corintios: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica” (1 Co. 3:10). Bezaleel (al igual que Pablo después de él) fue llamado y preparado por Dios con el propósito de edificar el tabernáculo. Nada se dejó a su propia imaginación o ingenio.
El capítulo 35 describe en detalle todo el material para la construcción –y todo ello habla de Cristo. Bezaleel hizo todo conforme a las instrucciones divinas (cap. 36-37). Además, la voluntad del pueblo para dar fue algo sin precedentes en la historia de Israel. De hecho,
¡se les tuvo que impedir que siguieran ofreciendo (cap. 36:6)! De forma similar, la generosidad de los creyentes en Hechos 4 fue algo sin comparación en la historia de la Iglesia. Se nos dice: “Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hch. 4:34-35).
Bezaleel y Pablo fueron fieles como sabios peritos arquitectos, pues pusieron el fundamento: Cristo. Nosotros también somos constructores, y se nos advierte que no solo debemos tener cuidado en cómo edificamos, sino también en los materiales que utilizamos. Algunos construyen con madera, heno y hojarasca, materiales que no pueden resistir el escrutinio divino, mientras que otros edifican con oro, plata y piedras preciosas. La fortaleza de la edificación no se verá comprometida siempre y cuando Cristo sea el material utilizado.
Richard A. Barnett
