El Señor Está Cerca

Viernes
13
Enero

Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia.

(Habacuc 3:2)

¿Puede haber hoy un despertar?

La palabra del Señor llenó a Habacuc de temor al darse cuenta de la perversidad de su propio corazón y el estado del pueblo de Dios. Sobre la base de los méritos, Habacuc no tenía nada que reclamar. Pero cuando recuerda con quién está tratando, puede suplicar con confianza y seguridad por el avivamiento y la bendición. Si un pueblo, a causa de sus faltas, se encuentra castigado bajo la mano de Dios, no hay razón para caer en la desesperación y concluir que el candelero ha sido quitado y el testimonio colectivo se ha acabado. Es la incredulidad, y no una sumisión piadosa, la que lleva a los creyentes a tomar tal posición. Al escribir esto, uno piensa en el «movimiento de los hermanos», como ha sido llamado, que ha surgido como consecuencia del redescubrimiento de muchas preciosas verdades que han sido tratadas como letra muerta durante siglos. En la puesta en práctica de estas verdades ha habido, sin duda alguna, fracasos muy humillantes. Como resultado, Dios ha permitido que la división y las contiendas sustituyan la feliz unidad y la santa comunión. Todo esto es humillante y nos rompe el corazón, pero no debe desanimarnos en extremo. Sea cual sea el fracaso que haya seguido, Dios permanece, y la verdad de Dios permanece. Hacer de un fracaso un motivo para ser aún más infieles es caminar por la senda de la voluntad propia. Como en el caso de Habacuc, es conveniente que ocupemos realmente un lugar de humildad;

pero podemos contar con que Dios está con nosotros en ese lugar.

Habacuc suplica por un despertar; un avivamiento, que sabemos que agradó a Dios concederlo a su pueblo, cuando la disciplina produjo un ejercicio en ellos. El remanente, liberado de Babilonia, reconoce la gracia del Señor al darles un “poco de vida” en su servidumbre (Esd. 9:8). Por lo tanto, estemos convencidos de que nuestro Dios nos dará con alegría un avivamiento incluso hoy. Esto lo hará, aunque sea tarde, si ve en nosotros el mismo espíritu de humildad y sumisión a su voluntad que hubo en Habacuc.

H. A. Ironside

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