El Señor Está Cerca

Viernes
6
Enero

Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha.

(Lucas 2:34)

María ante Simeón

Cuando contemplamos los diversos detalles que el Espíritu Santo ha tenido a bien registrar en los evangelios, quedamos asombrados por la riqueza de la Escritura y sus descripciones tan vívidas, lo cual redunda para nuestra instrucción. Cada creyente debe ser animado a seguir el ejemplo de María como sierva obediente y dispuesta, aun cuando siga siendo única como madre del Señor Jesucristo, nuestro Salvador.

¡Cómo debieron inundar el corazón de María todos los eventos descritos en Lucas 1 y 2! Hay otra lección que podemos aprender de ella: “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (v. 19). Estos numerosos y ricos detalles tenían que ver con nuestro Dios Salvador. No solo son cosas para guardar en la memoria, sino que hay que considerarlas detenidamente, meditarlas, como si se expusieran diamantes a la luz del sol para ver su variado brillo multicolor, renovado sin cesar. Salomón dijo que del corazón emanan los asuntos de la vida (Pr. 4:23), y María es un ejemplo de esto. Si nuestro corazón se convierte en el depósito de estos tesoros, entonces habrá un impacto en nuestra voluntad, nuestras emociones, nuestra mentalidad y nuestras vidas. El corazón es el centro de mando de nuestras vidas, y si le damos su control al Espíritu Santo (“sed llenos del Espíritu” –Ef. 5:18), él tomará todo lo que se refiere a Cristo y lo hará valioso para nosotros. También nos ayudará a ser hacedores de la Palabra y a honrar a Dios en nuestra vida diaria.

Así, Simeón fue guiado por el Espíritu a subir al templo y encontrarse con José y María; él los bendijo, y entonces le habló a María acerca de los sufrimientos que experimentaría su Hijo. Le dijo que una espada traspasaría su alma, una profecía que se cumplió cuando vio a su Hijo crucificado en aquella cruenta cruz. ¡Señor Jesús, precioso Salvador!

Alfred E. Bouter

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