De entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.
En la misma hora que este decreto fue proclamado desde el cielo, Nabucodonosor perdió la razón y terminó en los campos donde comía hierba como las bestias (v. 33). Luego de que pasaran siete tiempos sobre él, como había sido profetizado, su razón le fue devuelta. Se dio cuenta que Dios había estado tratando con él y se arrepintió (v. 34-37). Él dijo: «Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo… y él puede humillar a los que andan con soberbia» (v. 37).
Ese será precisamente el caso de las naciones perdonadas luego de los juicios que acontecerán en el tiempo del fin. Nabucodonosor tipifica adecuadamente todo el poder gentil: arrogante, insolente y provocador del cielo. El retorno personal de Cristo desde el cielo pondrá fin al largo período del desgobierno gentil. La creación gime esperando aquella hora cuando el único Rey verdadero habrá de manifestarse; cuando nuestro Señor Jesucristo «mostrará el bienaventurado y solo Soberano Rey de reyes y Señor de señores» (1 Tim. 6:15). «Bienaventurado y solo Soberano»; es decir, ¡un gobernante verdaderamente feliz! El mundo no ha conocido jamás aún un soberano feliz –en concordancia con lo que dijo Shakespeare: “Yace incómoda la cabeza que lleva una corona”. Pero cuando nuestro Señor tome la vara del poder y gobierne con justicia, el mundo verá por primera vez un Soberano feliz.
Entonces, habiendo tomado su reino y a su amada esposa para compartir su gloria, Él «verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho» (Is. 53:11). Aquellos días serán días del cielo sobre la tierra, a los que el Cantar de los Cantares llama «el tiempo de la canción» (Cant. 2:12), y entonces toda la creación redimida se regocijará bajo el gobierno de Emanuel.
H. A. Ironside