El Señor Está Cerca

Martes
29
Noviembre

Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares del rey.

(Daniel 1:8 NBLA)

Separarse del mal con el espíritu correcto

Consideremos seriamente la lección que confronta nuestros cora­zones en esta porción. El secreto de la notable fuerza de Daniel residía en su determinación para separarse del mundo malo que lo rodeaba. Sabía que podía contaminarlo y, por lo tanto, lo rechazó. Cerca de cinco siglos después de este hecho, el verdadero carácter del mundo quedó totalmente expuesto en la cruz de Cristo. Actualmente, vivimos a la luz de este hecho, y sabemos que el mundo está dominado por Satanás (2 Co. 4:4); por lo tanto, más que nunca es necesaria una separación decidida del mundo, más de lo que fue incluso para Daniel.

Sin embargo, Daniel no solo mostró firmeza y resolución, también demostró un espíritu sabio y humilde. Dios le había permitido hallar favor a los ojos del jefe de los eunucos, pero Daniel no presumió de este hecho. Vemos todo lo contrario, pues él manifestó su deseo, y pidió que él y sus amigos fuesen puestos a prueba, alimentándose de la comida más sencilla por un periodo de diez días. Dios estuvo con ellos y, como resultado, pudieron evitar contaminarse con alimentos que habían sido ofrecidos a los ídolos.

Esto nos deja una lección. La separación del mal siempre será el camino de Dios para los suyos, pero el espíritu que manifestemos en este camino es muy importante. Si emprendemos esta senda con un espíritu duro y arrogante, en lugar de un espíritu manso y humilde, terminaremos anulando el testimonio de separación que Dios quiere que mostremos. Si lo hacemos con un espíritu similar al de los fariseos, entonces estaremos acentuando el mal del que profesamos apartarnos. Daniel y sus amigos se separaron del mundo en el espíritu correcto. En consecuencia, Dios estuvo con ellos de una forma real y asombrosa. No solo lucían mejor que los que comieron la comida del rey, Daniel también obtuvo una inteligencia sobrenatural para entender «toda visión y sueños» (v. 17).

F. B. Hole

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