El Señor Está Cerca

Día del Señor
6
Noviembre

Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados.

(2 Corintios 5:19)

Los efectos de la reconciliación

La reconciliación es una de las bendiciones más positivas del Evangelio. La reconciliación con Dios es necesaria a causa de la esclavitud que causó el pecado; y uno de los efectos más graves del pecado es la forma en que nos alejó de Dios. Por naturaleza no tenemos deseo por Él, o por la luz, o por la vida que trae su presencia. Este alejamiento se produjo a partir de la caída. La conducta de Adán y Eva lo muestra claramente. Tan pronto como la voz de Jehová se hizo oír en el huerto, se escondieron. Dios se había vuelto tan desagradable al hombre como el hombre a Dios. Pero debemos marcar cuidadosamente una diferencia. Nuestro alejamiento no era solamente en vida sino también en corazón. Del lado de Dios, el alejamiento en vida se sintió mucho más intensamente de lo que jamás nosotros podríamos sentir, pero no hubo alejamiento en el corazón de Dios. Si bien nosotros como pecadores odiábamos a Dios, Él nunca nos odió.

El Señor Jesús vino al mundo en el espíritu de reconciliación. Esto caracterizó su vida y ministerio. No fue portador de juicio, sino de perdón. Sin embargo, el hombre rechazó toda proposición de paz. No había necesidad alguna de que su corazón se volviera a nuestro favor, pero sí existía una completa necesidad de que nuestros cora­zones se volvieran hacia Él.

Todo lo que concernía a nosotros era detestable a Dios y merecía el juicio divino, sin embargo, todo esto fue juzgado en la muerte de Cristo. Como fruto de la reconciliación, nosotros permanecemos en perfecta aceptación delante de Él. «Nos hizo aceptos en el Amado» (Efe. 1:6). La aceptación de Cristo es la medida de la nuestra. Nuestros pensamientos hacia Dios han sido modificados. La enemistad que precedentemente llenaba nuestros corazones es quitada y nos gozamos en Él. Ahora Dios puede dirigir su mirada sobre nosotros con placer, y nosotros, recíprocamente, podemos levantar las nuestras con amor hacia Él. Y como hemos sido reconciliados, disponemos plenamente de las riquezas de su favor y amor. ¡Qué bendición!

F. B. Hole

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