Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.
Era cuadrado y doble. Hicieron el pectoral de un palmo de largo y un palmo de ancho al ser doblado.
(Éxodo 39:9 NBLA)
Un palmo, o el ancho de una mano, representa algo que es pequeño, pero también indica algo manejable y en lo que se puede confiar, ya que está relacionado con la mano. Frecuentemente se vincula con el control y el gobierno, con hacer provisiones, con identificación, y también con protección. Aquella mano pertenece a Aquel en quien podemos confiar y quien tiene todo poder, autoridad, y quien posee los recursos y la determinación para velar por su pueblo en medio de tiempos y situaciones difíciles.
Sin embargo, en el caso de Goliat, el palmo está relacionado con la ejecución del poder del enemigo. Algo así como el cuerno pequeño en Daniel y Apocalipsis, que simboliza la suma del poder del enemigo en oposición a Dios. En el caso de Goliat, los seis codos representan la medida del hombre, pues el número seis dice relación con el hombre y con lo que es capaz de hacer, como podemos verlo en la estatua de Nabucodonosor (Dan. 3) y con el número de la Bestia (Apoc. 13). El palmo extra es como el último esfuerzo de oposición contra Dios.
En contraste con esto, en relación con los pensamientos de Dios por su pueblo y el ministerio del sumo sacerdote, el palmo indica su total preocupación por ellos. La descripción del pectoral del juicio, difícil de entender completamente, menciona el palmo de dos formas diferentes. Quizás indica el maravilloso cuidado otorgado al pueblo de Dios por medio del ministerio del sumo sacerdote. Hoy nuestro amado Señor en los cielos es el perfecto Sumo Sacerdote; estamos en sus buenas manos, y su intercesión y servicio en el cielo son efectivos para nosotros en la tierra. En cualquier dirección que busquemos o vayamos, su cuidado está allí, sin importar a dónde miremos o vayamos. El palmo indica Su total control en este ministerio celestial en favor de su pueblo en la tierra, por ti y por mí hoy. ¡Alabado sea su Nombre!
Alfred E. Bouter