El Señor Está Cerca

Sábado
22
Octubre

Entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.

(Lucas 5:3)

Simón Pedro en la barca

Fue un día memorable en la historia de la vida de Simón Pedro cuando el Salvador le pidió utilizar su barca en el lago de Genesaret. Un poco de tiempo antes, Andrés, su hermano, le había presentado al Señor, lo cual se tradujo en un apego inmediato a Él. Pero como muchas otras almas realmente convertidas, Simón tenía mucho que aprender con respecto a la maldad de su propio corazón, y este incidente fue de gran bendición para él.

Las multitudes se agolpaban sobre el Salvador para oír la Palabra de Dios. Cuando vio que había dos barcas cerca de la orilla, Él preguntó si podía usar una de ellas. Simón le respondió rápidamente, y la predicación continuó bajo estas condiciones excepcionales. Entonces el Señor le dijo a Simón que bogara mar adentro y echara sus redes para pescar. Aunque había trabajado toda la noche en vano, Simón obedeció, y encerraron una gran cantidad de peces, al punto que la red se rompía. Fue necesario que una segunda barca viniese a ayudarles, y ambas quedaron tan cargadas que se hundían.

Simón y sus compañeros jamás habían tenido una experiencia similar a esta. Esto hizo que Simón cayera en cuenta de que estaba frente a Dios mismo. Toda la maldad de su corazón quedó al descubierto delante de él, y cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: «Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador» (v. 8). Simón se había convertido en su primer encuentro con el Salvador; y este suceso fue una profundización de la obra de Dios en su alma. Cuando un hombre alcanza este punto, su confianza se centra en Aquel que murió y resucitó. Pedro, golpeado en su conciencia por la vileza de su propio corazón, fue rápidamente animado por el Señor que, en su gracia, le dijo: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres» (v. 10). En respuesta a esto, Simón y sus compañeros abandonaron sus barcas y redes para siempre y siguieron al Salvador en su misión de amor hacia las almas de los hombres.

W. W. Fereday

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