No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes… orando en todo tiempo… por todos los santos.
(Efesios 6:12, 18)
Al leer los versículos de hoy, nos damos cuenta que este conflicto es un asunto mucho más serio de lo que generalmente pensamos que es. No se trata simplemente de un conflicto individual solo contra Satanás, sino que las potestades de las tinieblas están alineadas militarmente con el propósito de oponerse a toda la Iglesia de Dios en la tierra –la frase «todos los santos» del versículo 18. El cristiano que comprende esto no puede tener un círculo de interés menor que toda la Iglesia, pues la Iglesia es una; y si el enemigo genera una brecha en algún lugar, entonces ha obtenido la victoria justo allí.
Supongamos que yo permanezco firme y que mi hermano cae, ¿no significa nada para mí? Sin duda que lo debería ser, aun cuando me halle muy limitado en mis afectos, al punto de que me sea indiferente. Si soy indiferente, entonces no comprendo realmente el carácter del conflicto, y me estoy involucrado mínimamente en él.
El diablo obra con astucia: seduce a los creyentes con aquello que es popular. Los aparta de su posición en Cristo y de la verdad por medio de alguna doctrina engañosa, o por algún elemento de la religión mundana, por cosas que no son de Cristo. ¡Cómo debe odiar la Epístola a los Efesios! Justamente, una de sus artimañas es hacerle creer a los creyentes que la verdad contenida en esta carta es demasiado elevada para ellos.
Cada creyente debe tomar la armadura por sí mismo, pero no debe pensar solamente en sí mismo. Debe orar por todos los santos, y por la proclamación del misterio del evangelio –no solo por el evangelio, sino por el misterio que hay en él, es decir, que Cristo y su Iglesia son uno.
J. T. Mawson