El Señor Está Cerca

Miércoles
12
Octubre

Comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán.

(Éxodo 16:35)

Seguros y en comunión

Vivimos en un mundo que no tiene nada, absolutamente nada, para ofrecer a nuestras almas. Así fue para nuestro Señor, y así es para nosotros. Sin embargo, tenemos recursos en Dios. Para nosotros, Él es la fuente de aguas vivas en Cristo y por medio de Cristo, en quien tenemos redención por su sangre. Hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Nuestros manantiales están en Cristo –un suministro gratuito y que nunca se agota. «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (Juan 7:37). Por gracia, hemos sido introducidos en tal tipo de cercanía y aceptación en Cristo, pero también en constante y total dependencia en Él. Comprender y sentir esto nos capacita para gloriarnos en el Señor.

Cuando los hijos de Israel estuvieron bajo la seguridad que les otorgaba la sangre rociada, Él les dio a comer la carne del cordero asado al fuego. Esto nos provee la consoladora lección de que estamos a salvo por la eternidad en virtud de la preciosa sangre del Cordero, pero también nos deja otra valiosísima lección: durante esta noche de vela y tiempo de necesidad, Aquel que murió por nosotros es nuestra fuerza. Debemos estar en comunión con Él con respecto a sus pensamientos, su andar, y sus afectos. Después de salir de Egipto y cruzar el mar Rojo –el lugar de la muerte y del juicio–, los hijos de Israel entraron en un nuevo terreno. De repente, ellos se vieron en un desierto estéril, lejos de cualquier medio de subsistencia visible y, por lo tanto, debieron depender completamente de Dios. Esto le dio la oportunidad a Aquel que los había escogido y redimido para mostrarles su poder y bondad en su cuidado por ellos. Día tras día, conforme a su Palabra, les envió el maná del cielo para su sustento. «Dio órdenes a las nubes arriba, y abrió las puertas de los cielos; hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio comida del cielo» (Sal. 78:23-24 NBLA)

H. H. Snell

arrow_upward Arriba