Éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
Llegando a Berea, Pablo y Silas buscaron la sinagoga de los judíos, y allí hallaron la misma libertad que habían disfrutado en muchos otros lugares. El hecho es que las sinagogas judías del primer siglo eran mucho más receptivas que muchas iglesias cristianas en la actualidad. Cuando llegaban maestros de diferentes lugares, ellos eran reconocidos y se les daba la oportunidad de presentar sus enseñanzas, y Pablo aprovechó esto para poder presentar el mensaje del evangelio primeramente a sus hermanos según la carne.
Es confortador ver la bella actitud de estos judíos bereanos y de los prosélitos de los gentiles que se asociaron con ellos. Se nos dice que «estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así». Esto está en total concordancia con lo que nos dice la Palabra: «Examinadlo todo» (1 Tes. 5:21). La única forma de probar cualquier sistema doctrinal es por la misma Palabra de Dios.
Teniendo esto en consideración, estos judíos de Berea examinaron las Escrituras cuidadosamente mientras escuchaban la enseñanza de Pablo. Uno puede imaginárselos sentados en la sinagoga con los rollos sagrados en sus manos, inclinados hacia adelante, escuchando atentamente, y sus rostros frecuentemente expresando sorpresa y admiración, mirándose unos a otros ante las maravillosas palabras que les eran dichas. Desenrollando los grandes pergaminos, ellos buscaban un pasaje tras otro, comparando la Escritura con la Escritura, hasta que finalmente se convencieron de que lo que Pablo proclamaba era la verdad. Entonces se pusieron definitivamente del lado de Cristo, recibiendo el mensaje con fe y reconociendo al Señor Jesús como el Enviado de Dios. Ante esto, no nos sorprende lo que leemos en el versículo 12: «Así que creyeron muchos de ellos».
H. A. Ironside