El Señor Está Cerca

Jueves
6
Octubre

Ven conmigo, y verás mi celo por Jehová. Lo pusieron, pues, en su carro.

(2 Reyes 10:16)

El celo de tu casa me consume.

(Juan 2:17)

Diferentes tipos de celo

Podemos distinguir al menos cuatro tipos de celo en la Palabra de Dios. Las palabras del rey Jehú ilustran el primer tipo, un celo selectivo. Enérgicamente, Jehú llevó a cabo la exterminación de la casa de Acab conforme a la palabra del Señor; pero lo hizo principalmente con el propósito de aumentar su propio poder y gloria. No tuvo celo para andar en la ley del Señor Dios de Israel con todo su corazón, ni para apartarse de los pecados de Jeroboam.

Antes de su conversión, Pablo mostró mucho celo en perseguir a la Iglesia. Tal celo fanático es el que caracterizó a la infame inquisición de la Edad Media, cuando multitudes de verdaderos creyentes fueron tratados sin misericordia, encarcelados y asesinados en el nombre de la verdad y la justicia. Podemos verlo hoy en acción en la persecución llevada a cabo en los países musulmanes contra cristianos que valientemente dan testimonio de Cristo. Tal celo parece estar inspirado por el mismo infierno, pues se levanta contra el verdadero testimonio del Señor Jesucristo.

Parece similar a un tercer tipo de celo, el cual vemos descrito en Romanos 10:2 como «no conforme a un pleno conocimiento» (NBLA). Tal celo, marcado por la ignorancia, distinguía al pueblo de Israel en los días de Pablo, generando que él suplicara sinceramente por su salvación. Actualmente, grandes multitudes en la cristiandad parecen mostrar ese tipo de celo, buscando establecer su propia justicia por medio de las buenas obras y diversas prácticas religiosas.

¡Cuán placentero es apartarse de todos estos e ir en pos del celo verdadero, tan perfectamente ejemplificado en nuestro Señor Jesucristo! Cuando Él sacó a los cambistas del templo, al comienzo de su ministerio terrenal, sus discípulos se acordaron de las palabras del Salmo 69:9: «El celo de tu casa me consume». Su celo siempre fue solo para la gloria de Dios. ¡Que Dios nos permita, a quienes le conocemos, poder tener este tipo de celo!

G. W. Steidl

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