Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no solo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles.
En Romanos 16 leemos los nombres de muchas personas, incluyendo a algunos con asambleas que se reunían en sus casas. Todos son mencionados favorablemente, otorgando una bella imagen del tribunal de Cristo, el cual tendrá lugar inmediatamente después que el arrebatamiento nos introduzca en la bendita presencia del Señor.
El capítulo comienza: «Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea» (v. 1). Su carácter y obras eran encomiables. Meditemos en que una hermana es mencionada en primer lugar. Luego, Priscila también es mencionada antes que su marido, Aquila. Siempre que este matrimonio es visto en su posición de responsabilidad exterior, Aquila es mencionado primero. Pero cuán cierto será aquel día que los postreros serán primeros, y los primeros, postreros. De forma similar, qué común será que muchos creyentes desconocidos, cuyo amor por el Señor ha sido real y fructífero, recibirán una recompensa mayor que aquellos que poseen una gran habilidad pública. Tanto Priscila como Aquila expusieron sus vidas por el bien de Pablo. Y, sin duda alguna, Aquila recibió fuerzas y aliento de parte de su fiel esposa.
Se resalta que María había trabajado mucho (v. 6). Trifena y Trifosa probablemente eran hermanas en la carne que trabajaban juntas en el Señor (v. 12). La amada Pérsida había «trabajado mucho en el Señor» (v. 12).
Todo esto es un aliento maravilloso para aquellos que se contentan simplemente con complacer al Señor en lo secreto, sin buscar el reconocimiento de nadie. «Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1 Cor. 15:58). «Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís» (Col. 3:24).
L. M. Grant