Se parecen a los que levantan el hacha en medio de tupido bosque. Y ahora con hachas y martillos han quebrado todas sus entalladuras.
En el salmo 74 leemos una queja de Asaf con respecto a la destrucción del santuario de Dios. En el versículo 5, Asaf hace referencia a los hombres que se hicieron famosos por ir a Líbano y, con un hacha, talaron los grandes árboles que allí habían, para luego darles forma para ornamentar el templo. Ellos utilizaron armas destructivas de la forma correcta. Sin embargo, el lector meticuloso recordará que ninguna de estas herramientas fue utilizada en la construcción del templo, ni tampoco en la casa propiamente tal. Este salmo nos muestra que fueron utilizadas fuera de la casa, y con el solo propósito de recopilar material para su construcción.
Ha habido hombres famosos en la historia de la Iglesia quienes, por el evangelio, fueron instrumentos utilizados por Dios para producir materiales espirituales para la edificación de la casa de Dios. Pero Asaf continúa diciendo que «ahora» las hachas y los martillos estaban siendo utilizados dentro del santuario (no afuera) y el detallado trabajo que otros habían realizado estaba siendo destruido. Es mucho más fácil expulsar a la gente que hacerla entrar. Tristemente, muchos hemos vivido la desgarradora experiencia de ver a hombres activos en sembrar discordia en las asambleas y, como consecuencia, las personas se han terminado alejando. ¡Cuánto más bienaventurado sería trabajar para la conversión de los hombres, y ayudarlos a convertirse en materiales que embellecen la casa de Dios!
Pablo mencionó el poder que el Señor le había dado, y del cual expresó correctamente: «la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción» (2 Cor. 13:10). Nosotros también, en menor medida, estamos en la misma posición. En nuestra asamblea local, ¿utilizamos nuestras fuerzas para edificar y construir? ¿O nos esforzamos en destruir y demoler? Busquemos ayuda para ser instrumentos útiles en la edificación de los santos y recuperarlos; evitemos causar sufrimiento y terminar dispersando al pueblo de Dios.
G. Davison