El Señor Está Cerca

Martes
27
Septiembre

Haced morir pues vuestros miembros que están sobre la tierra.

(Colosenses 3:5)

Desmalezamiento espiritual

La prosperidad espiritual depende grandemente del desmalezamiento espiritual. Independientemente de cuánto cueste, este desmalezamiento debe llevarse a cabo, o sino no habrá una cosecha dorada. No se realiza una vez y para siempre, sino que es una obra continua y laboriosa, y la maleza aumenta dependiendo del terreno y las temporadas. Toda maleza le quita fuerza a la cosecha. Algunos terrenos y estaciones son propensos a generar malezas con gran rapidez. Así sucede con el creyente; pero siempre debemos deshacernos de las malezas. El creyente no puede deshacerse del terreno, es decir, su carne, en la cual no mora el bien, no puede liberarse del pecado que hay en él; pero, por el Espíritu de Dios, puede destruir la mala hierba a medida que crece, puede evitar ceder a lo que le es natural hacer.

La carne produce maleza más rápidamente que el peor de los campos, y, a veces, el diablo y las circunstancias favorecen su cre­cimiento rapaz, al punto de que pareciera que el alma ha perdido su fuerza. Pero por el Espíritu debemos hacer morir las obras de la carne (Rom. 8:13). Pareciera que hay momentos en que ciertos tipos de males crecen entre los cristianos en general. Satanás tiene permitido lanzar ciertos ataques contra la prosperidad de las almas en diferentes momentos. Es por ello que las dificultades que perturban a los creyentes son frecuentemente las mismas en grandes secciones de la cristiandad. Mientras los hombres dormían, Satanás sembró su mala semilla, y por eso es importante insistir en la necesidad de velar y orar constantemente, para que así cada hijo de Dios esté en guardia de lo que puede surgir en su propia alma.

Aunque el trabajo de quitar la maleza puede ser laborioso, doloroso y angustiante, este es el único medio para obtener la prosperidad espiritual; y recordemos siempre lo siguiente: la mala hierba crece en campos viejos y nuevos, así que no importa qué tan mayor sea el cristiano, siempre debe hacer morir las obras de su carne.

H. F. Witherby

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