Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos.
Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.
Siempre habrá un conflicto entre las ideas de los hombres y la verdad de Dios. Es muy triste cuando quienes expresan las ideas humanas son aquellos que deberían conocer la verdad.
Los ancianos de Israel no esperaron una respuesta a su pregunta: «¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?» Inmediatamente se les ocurrió una idea que había permeado los pensamientos de Israel por siglos: «Cuando el arca esté en medio nuestro, esta nos salvará de nuestros enemigos». Esta falsa creencia reducía al arca del pacto al papel de una simple mascota. Los judíos del primer siglo esperaban un Cristo similar, un Mesías que les servía para librarlos de sus enemigos, contrario a lo que está escrito en Mateo 1:21: «Porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Al igual que sus ancestros, ellos jamás buscaron una respuesta a la primera pregunta.
Por lo tanto, hay algo que debemos aprender de la mujer junto al pozo de Sicar. Ella sabía la razón por la que el Mesías iba a venir: «Nos declarará todas las cosas». Él iba a responder todas las preguntas: la de los ancianos de Israel (1 Sam. 4:3), las de los judíos y las de los samaritanos. El Señor Jesús ha venido, y si lo escuchamos, nos declarará todas las cosas: aquello que es personal, sean cosas agradables como incómodas (Juan 4:29), aquello que tiene que ver con la humanidad (Juan 2:25), lo relativo a la adoración (Juan 4:20), a las preguntas que le planteemos (Mat. 22:20-21, 28, 36) o a nuestros pensamientos (Lucas 7:39). Por lo tanto, esperemos su respuesta y escuchemos su palabra. Así como dijeron los samaritanos: «Este es el Salvador del mundo, el Cristo», ¡también nosotros podemos proclamar lo mismo!
Hadley Hall