Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
El Señor tenía que visitar muchas ciudades, pues había muchas cosas que hacer en ellas –necesidades que suplir y tristezas que consolar; apenas comenzaba a amanecer, las desgracias de las multitudes comenzarían a acumularse a su alrededor, pero no lo tomarían por sorpresa ni lo sobrepasarían, pues Él se había levantado antes que todos, y estaba preparado para enfrentar toda situación o circunstancia; estaba provisto con todo lo necesario para enfrentar las demandas diarias. Había sondeado todo el rango de estas demandas en comunión con su Padre. El caso de cada persona en particular había pasado delante de Él, y había sido el tema de su intercesión en aquel lugar solitario al que había ido a orar.
¡Qué descripción tan maravillosa de la vida de servicio de nuestro Señor en la tierra! Pero no es menos maravillosa que su vida hoy, pues Él vive siempre para interceder por nosotros. Y antes que la necesidad surja, la intercesión ya ha sido hecha y oída. «Yo he rogado por ti», le dijo el Señor a Pedro antes que este fuese consciente de que tenía algún tipo de necesidad. Contemplarlo en su vida de servicio en la tierra nos da una gran fuente de aliento, y Él no cambia; su prontitud para suplir toda necesidad sigue siendo la misma.
Puede que haya millares de cristianos que se encuentran acongojados y atribulados, y su luz para Dios está casi apagada bajo el peso de las preocupaciones, pero pueden levantarse y animarse, levantar sus cabezas como vencedores y cantar en lugar de suspirar de cansancio, siempre que se den cuenta de este hecho asombroso: El Señor «se levantó» antes de su necesidad, Él la conocía por completo antes de que esta se levantara para desconcertarlos y preocuparlos. Esta no debe ser una simple creencia a la cual adherirse con indiferencia o, quizás, a regañadientes, sino una profunda convicción en sus almas. Solo así podrán entregarse por completo al Señor, entregándole desde el principio del día todo peso a Él; entonces echarán toda ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ellos.
J. T. Mawson