El Señor Está Cerca

Viernes
12
Agosto

Los galaaditas tomaron los vados del Jordán a los de Efraín; y aconteció que cuando decían los fugitivos de Efraín: Quiero pasar, los de Galaad les preguntaban: ¿Eres tú efrateo? Si él respondía: No, entonces le decían: Ahora, pues, dí Shibolet. Y él decía Sibolet; porque no podía pronunciarlo correctamente. Entonces le echaban mano, y le degollaban… Y murieron entonces de los de Efraín cuarenta y dos mil.

(Jueces 12:5-6)

Los jueces de Israel (23) Jefté (D) Guerra entre tribus

Antes de morir, Jacob tomó a los dos hijos de José, Manasés y Efraín, y los bendijo como si fueran sus propios hijos. Si bien Manasés era el mayor, Jacob le dio a Efraín la bendición principal. Sin embargo, en el Antiguo Testamento vemos a Efraín reivindicando su propia importancia en múltiples ocasiones.

Tanto Gedeón como Jefté, ambos de la tribu de Manases, fueron desafiados después de sus victorias por los hombres de Efraín. Gedeón fue sabio, pues les respondió suavemente, y así evitó el conflicto y prosiguió su batalla con los madianitas sin dificultades. Jefté, cuando fue desafiado, hizo todo lo contrario, pues les habló orgullosamente de lo que él había hecho, y luego reunió a los galaaditas para batallar contra los efrateos que habían cruzado el Jordán.

Los enemigos amonitas habían sido derrotados, pero luego el mundo y los ángeles tuvieron que contemplar el triste espectáculo de hermanos peleando contra hermanos. Los galaaditas vencieron a los hombres de Efraín y tomaron los vados del Jordán para prevenir que los efrateos rezagados volvieran a su tierra. La diferencia principal entre un galaadita y un efrateo era que un efrateo no podía pronunciar adecuadamente el fonema «sh». Esto y su orgulloso desafío al líder que Dios había utilizado para dar victoria a su pueblo, ¡culminó en 42.000 efrateos asesinados!

¡Oh, que podamos aprender a no desafiar a nuestros hermanos en Cristo, pidiéndoles que pronuncien Shibolet exactamente como lo hacemos nosotros, deshaciéndonos de ellos si no pueden hacerlo! ¡Ciertamente esto no trae gloria a Dios!

Eugene P. Vedder, Jr.

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