Hizo Joás lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el sacerdote.
El rey Joás sufría de un grave caso de «devoción por imitación». Él siguió al Señor mientras Joiada, el piadoso sumo sacerdote, estuvo a su alrededor para mantenerlo en el buen camino. De hecho, Joás tomó buenas iniciativas e inició buenas actividades, entre ellas un importante programa de reparación y purificación del templo. Gracias a las ofrendas voluntarias del pueblo, el proyecto se completó rápidamente y la nación de Judá parecía ir en la dirección correcta luego de varios años desastrosos.
Sin embargo, cuando Joiada murió, Joás comenzó a ir cuesta abajo. Joás estaba rodeado de consejeros aduladores que tornaron su voluble corazón a los ídolos. Los profetas de Jehová fueron ignorados, en especial un hombre llamado Zacarías.
Este valiente sacerdote, Zacarías hijo de Joiada, denunció el pecado del pueblo y su alejamiento de Dios, y pagó un precio muy alto por su fidelidad: fue apedreado por mandato del rey. Para concluir este miserable capítulo en la historia de Joás, la Escritura deja en evidencia la ingratitud característica de una «devoción por imitación»: «Joás no se acordó de la misericordia que Joiada padre de Zacarías había hecho con él, antes mató a su hijo» (v. 22). ¿Cuáles son los beneficios de tal tipo de devoción? En el caso de Joás no fueron muy positivos: Los sirios invadieron y destruyeron a sus consejeros; él enfermó gravemente, y cuando estaba débil y necesitado, sus siervos lo asesinaron. ¡Ni siquiera fue sepultado con los reyes!
Si contrastamos esta «devoción por imitación» con una devoción genuina, los resultados son asombrosos. El joven Timoteo es un ejemplo de esta devoción genuina. Su fidelidad a Dios no vaciló ante las influencias que lo rodeaban. Es alentador lo que Pablo dice de él en Filipenses 2:20-22: «Pues a nadie más tengo del mismo sentir y que esté sinceramente interesado … Pero ustedes conocen los probados méritos de Timoteo» (NBLA). Preguntémonos: Nuestra devoción al Señor, ¿es genuina o es una imitación?
G. W. Steidl