El Señor Está Cerca

Jueves
21
Julio

Los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos, preguntaron: ¿Qué haremos del arca de Jehová?

(1 Samuel 6:2)

El traslado del arca de Jehová

El arca de Jehová, que había sido capturada por los filisteos, estuvo con ellos el tiempo suficiente como para desencadenar juicios sobre sus diversas tierras y ciudades. Esto causó que buscaran una solución según sus propios pensamientos. Es notorio e instructivo ver que Dios se encuentra con el hombre natural en su propio terreno, pero con su pueblo lo hace sobre la base de la obediencia a su Palabra. ¡Cuán bueno, y, a la vez, cuán santo es Él! Ésta es una verdad importantísima que se aplica a nuestras relaciones con las personas del mundo. Cuando los israelitas idearon un plan para trasladar el arca, basado en sus propios pensamientos y no según la Palabra de Dios, Él los juzgó (véase 1 Crón. 13:6-12); pero cuando estos pobres paganos, que no tenían las Escrituras, actuaron sencillamente según lo poco que sabían, Él les mostró su gracia y misericordia.

Jehová no es indiferente a quienes están necesitados y angustiados entre los hombres; no desprecia a nadie. Ciertamente quienes poseen la Palabra de Dios se encuentran en una posición diferente. El principio sigue siendo siempre el mismo: cuando las almas no conocen la verdad divina, la tierna misericordia de Dios los encuentra en su propio terreno, hablando a sus conciencias, con asombrosa compasión. Sin embargo, la conciencia sola no basta cuando se conoce la Palabra de Dios, aunque es importante en su debido lugar, cuando no hay nada más.

Para comprobar que esto era del Señor, los filisteos propusieron la utilización de un carro nuevo y «dos vacas con crías sobre las cuales no se haya puesto ningún yugo» (v. 7 NBLA). En su gracia, el Señor acepta la forma que ellos utilizaron. Esto nos muestra qué Dios tenemos, no solo en su relación con los creyentes, sino también para aquellos que no lo conocen. Así fue como Dios actuó para con los que, en su corazón, solo poseían un ejercicio de conciencia, sin la luz de la verdad revelada, para que así hubiese una voz que hablase a sus conciencias. Si endurecían sus corazones para no escuchar esa voz, o si la olvidaban, entonces sufrirían aún más las consecuencias.

W. Kelly

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