Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien Él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre.
Muchas personas se estaban burlando de Jesús cuando estaba en la cruz, mientras que Él solo había hecho cosas buenas durante su vida. Por otro lado, un pequeño grupo de creyentes devotos permanecía junto a la cruz. Cerca de 33 años antes, la madre de Jesús –junto con José– presentó al Niño Jesús en el templo delante de Dios. En esa ocasión, Simeón había dicho que una espada atravesaría el alma de María (Lucas 2:35). Mientras estaba allí junto a la cruz, ella debió darse cuenta que esa profecía se estaba cumpliendo delante de sus propios ojos.
La otra María –la cuñada de la madre de Jesús– estaban allí junto con María Magdalena, a quien el Señor había liberado de siete demonios (Lucas 8:2). Ellas se caracterizaban por una gran devoción a Él, y a causa de su devoción, María Magdalena se iba a convertir en el primer ser humano a quien se le aparecería el Señor resucitado (Juan 20). Todos los discípulos habían huido, excepto por el discípulo a quien Jesús amaba, el cual también estaba junto a la cruz.
En esta escena de profunda humillación, mientras colgaba allí sin sus ropas (porque estas habían sido repartidas entre los soldados), el Señor miró a su madre y también a su discípulo. Sus hermanos no lo aceptaron durante su ministerio público. Ahora, cuando estaba por entregar su vida, Jesús se preocupó de su madre, encomendándola al cuidado de su discípulo fiel. Le dijo a ella: «Mujer, he ahí tu hijo», y luego le dijo a Juan: «He ahí tu madre». Estas simples palabras constituyen la tercera de las siete expresiones que Cristo pronunció en la cruz.
Alfred E. Bouter