El Señor Está Cerca

Lunes
20
Junio

Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda.

(Isaías 6:8-9)

El profeta Isaías—su confesión y su llamamiento (3)

El profeta Isaías ahora estaba en una situación adecuada para cumplir el llamamiento de Dios, el cual consistía en dirigirse al pueblo de parte de Él. Isaías vio la profundidad de su pecado y lo confesó en la presencia de la gloria del Señor. La declaración divina fue: «Es quitada tu culpa, y limpio tu pecado» (v. 7), lo cual se realizó por medio de un carbón encendido que simbolizaba la obra consumada de Cristo.

La misión que le es dada en este capítulo era primeramente de juicio, pero a medida que leemos sus profecías nos damos cuenta que el tema clave en su libro es la salvación (el nombre Isaías significa: «la salvación de Jehová». A partir de esto se hace evidente que Isaías tuvo un llamamiento doble: por un lado, debía denunciar el pecado y la apostasía de la nación de Israel (y de las naciones gentiles), y por otro, entregar un mensaje de gracia y salvación. Obviamente, la gran cantidad de profecías mesiánicas encontradas en su libro se relacionan con ambas partes de su ministerio. ¡Y no hay otro profeta que proclame tan plenamente el tema de la salvación! Esto ha sido plenamente atestiguado por el hecho de que todo verdadero evangelista predica a menudo a partir del mensaje de Isaías –este libro no escasea de material evangélico.

Nunca podremos insistir lo suficiente en que es imposible separar la experiencia personal de Isaías y su confesión de su llamamiento y su mensaje. Como hemos visto, el profeta fue humillado profundamente en la presencia de la gloria de Jehová: «¡Ay de mí!» fue el clamor de su corazón. Fue así que, luego de experimentar la gracia purificadora de Cristo, él estaba preparado y apto para su llamamiento. Esto es cierto para todo siervo del Señor y, ciertamente, de todo verdadero cristiano que desea servir al Maestro. Esto nos da el poder moral para sacar a la luz el pecado con gracia y ternura, pero, al mismo tiempo, declarando con poder las ricas provisiones de Dios para hacer frente a él.

Brian Reynolds

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