Comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían.
Estas esperanzas injustificadas de Cleofas, que lo habían llevado al desaliento, eran resultado de pensar demasiado en Israel y muy poco en Cristo; sin embargo, este énfasis equivocado era resultado de su lectura parcial del Antiguo Testamento. La insensatez y lentitud de sus corazones los había llevado a pasar por alto algunas partes de las Escrituras. Creían algunas cosas que los profetas habían dicho, pero pasaban por alto las predicciones de los sufrimientos de Cristo, que les parecían porciones demasiado misteriosas y difíciles de entender. Justamente lo que se habían saltado era lo que podía salvarlos de la dolorosa experiencia que estaban atravesando.
Al hablarles, el Señor hizo énfasis en la importancia de toda la Escritura (véase v. 25, 27). Se ocupó de ellos de manera de hacerles ver que su muerte y resurrección eran el fundamento previsto de antemano, sobre el cual vendría toda gloria. «¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas?» ¡Sí, claro que era necesario! Y como era necesario, ¡lo había hecho!
¡Qué caminata debió ser esa! Al finalizarla, ellos no podían soportar la idea de separarse de este inesperado «forastero» (v. 18). Él entró en la casa con ellos, e inmediatamente tomó el lugar que es intrínsecamente suyo. Él debe ser el Hospedador y también el que bendice; entonces sus ojos fueron abiertos y lo conocieron. ¡Qué gozo para sus corazones cuando repentinamente reconocieron a su Señor resucitado! Sin embargo, el breve vistazo que tuvieron de Él, junto con su exposición de todas las Escrituras proféticas, había cumplido su objetivo. Una luz nueva había amanecido sobre ellos: nuevas esperanzas habían surgido en sus corazones. Aunque la noche había caído, ellos volvieron de inmediato a Jerusalén. Su fe y esperanza se habían reavivado, y ahora deseaban estar con la compañía de creyentes. Siempre será así, no solo con los dos discípulos camino a Emaús, sino también con todos nosotros.
F. B. Hole