Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Estas palabras solo pueden referirse a una Persona: el Señor Jesucristo. Estas palabras, recogidas de las Escrituras del Antiguo Testamento, son reconocidas por los escritores judíos como la Palabra inspirada de Dios. Sin embargo, ellos están determinados a no permitir pensamiento alguno que las refiera al verdadero Mesías de Israel, pues describe con demasiada precisión la actitud de Jesús de Nazaret cuando enfrentó al Sanedrín judío y a Pilato, el gobernador romano.
Extrañamente, algunos escritores judíos han inventado la enseñanza de que esta Escritura hace referencia a la opresión de las naciones hacia Israel, y que muestra la mansedumbre de un cordero al sufrir tales dolores. ¿Es este el carácter manifiesto de Israel? Cuando los terroristas los atacan, ¿responden con sumisión y gentileza? En lugar de eso, ellos responden con ira y con todo su poder. Israel no es diferente a las naciones en este punto.
¡Qué asombroso ver la forma en la que el Señor Jesús fue falsa y amargamente acusado, ¡y aún así no respondió nada! Su juez, Pilato, se maravilló de esto. Pero ¿por qué el Señor no respondió tales acusaciones? Porque ninguna de las acusaciones tenía consecuencia alguna, y Pilato reconoció que ninguno de ellos tenía la capacidad de condenarlo. Por otro lado, cuando le preguntaron acerca de su Persona, si era el Hijo de Dios, Él lo afirmó claramente; y cuando Pilato le preguntó si era rey, lo reconoció de inmediato.
Pilato y los judíos sabían que habían sido vencidos por su silencio, pero, con ira amarga, los judíos pidieron que fuera crucificado, como si eso contrarrestara la derrota que acababan de sufrir. De este modo, incluso en su muerte, Él se convirtió en el Vencedor, teniendo el claro prospecto de que iba a resucitar.
L. M. Grant
