Vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo. Y dijo a los de Sucot: Yo os ruego que deis a la gente que me sigue algunos bocados de pan; porque están cansados, y yo persigo a Zeba y Zalmuna, reyes de Madián. Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están ya Zeba y Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército?
Con sabiduría y humildad, Gedeón había evitado un conflicto con los hombres agresivos de Efraín que lo habían reprendido tan ásperamente. Una vez llamados a la batalla, ellos lucharon con valentía. Pero a medida que avanzó en la persecución de los enemigos, él y los trescientos hombres estaban «cansados, mas todavía persiguiendo», lo que supuso otro tipo de prueba. Al este del Jordán, cerca del territorio de los madianitas, él pidió comida para sus guerreros cansados, primero a los de Sucot, y luego a los de Peniel.
Los líderes de ambas ciudades no quisieron ayudarlos. Gedeón no había capturado aún a los reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, a quienes estaba persiguiendo. Aunque habían caído 120.000 soldados de su ejército, todavía quedaban 15.000 con ellos. ¿Qué podía hacer Gedeón y sus 300 guerreros agotados contra estos reyes y su aún considerable ejército? – pensaron los ancianos de aquellas ciudades. ¡Los superan a razón de cincuenta por uno!
En los intereses del Señor, la neutralidad jamás será el camino correcto. El Señor Jesús dijo que el que no estaba con Él, estaba en su contra. Él nos da solamente dos opciones. No reconoce la neutralidad como una tercera opción. No podemos esperar hasta que la batalla haya terminado para recién decidir qué lado queremos seguir, como trataron de hacer los líderes de Sucot y Peniel. Si bien no pelearon del lado de los madianitas, su poca disposición a ponerse del lado de Dios los condujo al desastre y a la muerte. Su neutralidad resultó ser trágica para ellos y para sus ciudadanos.
Eugene P. Vedder, Jr.