El Señor Está Cerca

Jueves
26
Mayo

Y vi un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?… Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos. Y miré, y vi que en medio del trono de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado.

(Apocalipsis 5:2, 5-6)

No había hombre alguno, salvo Jesús solo (2)

Cuando nosotros, como el apóstol Juan, vemos al Cordero en medio del trono, lo vemos como si hubiese sido recientemente inmolado, como un sacrificio reciente. Para convertirse en el sacrificio por el pecado, el Cordero debía ser perfecto. Y este Cordero perfecto está calificado para ser nuestro Intercesor. El Intercesor, aquel que se puso en la brecha entre Dios y el hombre, no fue un simple hombre. Fue el Cordero perfecto de Dios, el único digno para el sacrificio. Solo Él pudo interponerse en la brecha.

El Intercesor era de lo más digno. En Él estaba toda perfección. Complació a Dios plenamente. Él, la expresa imagen de Dios, satisfizo las santas demandas de Dios para ser nuestro Intercesor. Nin­gún hombre podía cumplir estas demandas –nadie, solo Jesús. Nosotros somos aceptables a Dios gracias a la sangre del Cordero. Su sacrificio nos permite acercarnos a Dios. Gracias al Cordero, sacrificado una vez y para siempre, podemos entrar. La brecha ha desaparecido. Nuestro Intercesor se puso entre Dios y el Hombre.

Los creyentes, que somos la posesión adquirida del Señor, y que vivimos diariamente en el valor de su obra consumada, no debemos cautivarnos con ningún ser creado, solo Jesús debe llenar nuestro corazón. Cuando vienen los momentos de dolor, ¡levantemos los ojos! El Señor vendrá y nos tocará. El gran deseo de Dios es que miremos a lo alto y no veamos a nadie, sino solo a Jesús. Él es el único objeto de nuestros corazones. El Único que puede satisfacer cada necesidad y calmar todo temor. ¡Oh, que nuestros corazones miren a Aquel que diariamente intercede por nosotros!

J. Pilon

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