Por siete días se comerán panes sin levadura.
Figurativamente, aquí vemos a Dios glorificado y a Cristo llenando de gozo el corazón de Dios. Nos dice: «Esto es lo que me deben traer». En la historia de tu alma, cada día debes ir sobre el mismo terreno. Debe ser Cristo el primer día, y Cristo toda la semana, y Cristo el séptimo día; pues volvemos a leer: «el séptimo día tendréis santa convocación [la reunión de asamblea]; ninguna obra de siervos haréis» (v. 25).
¿Cuánto traemos de Cristo a Dios en nuestras habitaciones (en secreto) y en nuestros hogares, como también en la asamblea? La semana comienza con la libertad de Cristo y finaliza con la libertad de Cristo. Realmente, mi corazón se regocija con esta semana de panes sin levadura. Se trata de alimentarse de Cristo, y nada más que Cristo. Estoy seguro que si hacemos esto, el nivel de nuestras reuniones se elevará. Quizás alguien dice: «es que los hermanos son muy secos». ¿Y qué hay de las hermanas? ¿Cuánto nos ayudamos unos a otros? Ese es el punto. No nos olvidemos de eso.
Cuando vamos a la asamblea de creyentes, cada uno de nosotros somos como personas que se juntan en un cuarto oscuro, y cada persona trae una vela. Si la mecha está bien limpia, dará buena luz, pero si no lo está, entonces su iluminación será débil, y algunos dirán: sí, tiene una vela, pero no ilumina mucho. Cada creyente que se encuentra en este estado, no caminando con Dios es más un obstáculo que una ayuda.
¡Que Dios, en su gracia, nos conceda ser como velas limpias! Y estoy seguro que si nos alimentamos de Cristo, y nuestros corazones están llenos solamente de Cristo, el Espíritu hará subir a Dios las fragancias, perfumes y las glorias del Señor Jesucristo. Dios nos ha dado todo su amor, y ahora nos da la oportunidad de presentarle lo que es «su pan». ¡Que sepamos responder a tal gracia!
W. T. P. Wolston