Os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.
Pablo tuvo razón. «Todos se salvaron saliendo a tierra» (v. 44), pero la nave se despedazó. Ya que el Libro de los Hechos registra el comienzo de la Asamblea o Iglesia, es difícil no ver esto como una figura de la fragmentación del testimonio durante la parte final de su historia en la tierra. Todos los que han confiado en el Señor Jesús como su Salvador, llegarán a salvo, pues Él mismo dijo: «no perecerán jamás» (Juan 10:28). ¿Pero qué han hecho con el «buen depósito» que les fue confiado (2 Tim. 1:14)?
Hay muchas cosas interesantes en esta fascinante historia de navegación antigua. Quizás el más relatado es el incidente en Buenos Puertos, cuando Pablo aconsejó a la tripulación acerca de los peligros que tenían por delante. Muchos confiaron en lo que otros dijeron en lugar de escuchar el consejo de Pablo, por lo que zarparon en lugar de invernar en esa bahía. Al principio las cosas parecieron ir bien, pero repentinamente fueron golpeados por un huracán llamado Euroclidón. A pesar de las medidas desesperadas de la tripulación, la nave quedó a la deriva y casi todos habían «perdido toda esperanza» de salvarse (v. 7-20).
Dios constituyó a Pablo como ministro de la Iglesia, así como ministro del evangelio (Col. 1:23-24). Sin embargo, los cristianos lo abandonaron (2 Tim. 1:15), sustituyendo la verdad de Dios, que Pablo enseñó, por sus propias ideas y mecanismos humanos. Sin embargo, así como Pablo permaneció a bordo de la nave hasta el final, sus cartas continúan trayéndonos la verdad de Dios en la actualidad. Como él, creamos en Dios y tengamos ánimo. La profesión cristiana no mejorará y puede que el resto siga su propio camino, pero si nos alimentamos de Cristo y nos animamos unos a otros, tanto en ejemplo como en palabra (v. 34-37), Dios será glorificado a pesar de las circunstancias.
Simon Attwood
