Vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
En estos versículos leemos que el Señor llamó a Simón y Andrés a ser sus siervos, «pescadores de hombres». Servir al Señor, siendo sus pescadores, era ahora su trabajo. Justo antes de que el Señor fuera a la cruz, Él les dijo a sus discípulos lo siguiente: «Es como el hombre que, yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase» (Marcos 13:34). El Señor iba a volver al cielo y estaba dejando sus intereses aquí, en la tierra, en las manos de los suyos, sus siervos. Cada uno debe hacer la obra que su Señor le encomendó mientras vela esperando su regreso.
Luego de que Cristo resucitó de entre los muertos, les dijo a sus discípulos: «Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Juan 20:21), y también: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15). Él estuvo acá en la tierra como el Siervo de Dios, siempre ocupado en Sus intereses, trabajando desde temprano en la mañana hasta la noche, ministrando a los necesitados. El Padre lo había enviado no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Así como el Padre lo había enviado, así Él envía ahora a los suyos al mundo con el fin de servirlo a Él y a los necesitados de la humanidad.
Servir al Señor es una obligación vital y esencial de la vida cristiana. Cada verdadero creyente es llamado a hacer algo para el Señor, ya sea en una medida o en otra. Vivir para el Señor y servirlo debe ser la principal ocupación y vocación del cristiano. No somos salvos simplemente para estar seguros en el cielo y en paz aquí en la tierra. El Señor nos ha salvado y dejado en este mundo con el fin de utilizarnos para sí mismo y para ser sus testigos, luces y representantes aquí, en el mismo lugar donde Él fue rechazado y crucificado.
R. K. Campbell