El Señor Está Cerca

Lunes
2
Mayo

Harán también un arca de madera de acacia… y la cubrirás de oro puro.

(Éxodo 25:10-11)

El arca del pacto y las tablas de la Ley

El arca puede ser vista como una figura de la persona de Cristo. Esto lo vemos reflejado en su composición. Estaba hecha de madera de Sittim (RVA) y cubierta de oro puro. El sittim es una variedad de acacia, una madera que, según algunos, no se pudre. La madera representa aquello que es humano, y al ser una madera que no se pudre, incorruptible, es un emblema de lo más adecuado para representar la humanidad de nuestro Señor. El oro siempre simboliza aquello que es divino. La estructura del arca, por lo tanto, representa la unión de las dos naturalezas en la persona de Cristo. Él es «verdaderamente Dios, y verdaderamente Hombre». De manera que Jesús es Dios y Hombre, Dios manifestado en carne (Juan 1:1-14).

En este aspecto, lo que el arca contenía también es muy significativo: «Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré» (v. 16). Las dos tablas de piedra, las cuales tenían escritos los diez mandamientos, fueron depositadas en el arca, y es por ello que con frecuencia se hace referencia a ella como «el arca del pacto» (Núm. 10:33), pues contenía la ley sobre la que se basaba el pacto. Pero esto apunta a Cristo de una forma maravillosa. Hablando en el Espíritu en el Salmo 40, Él dijo: «He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón» (Sal. 40:7-8). El testimonio dentro del arca, por lo tanto, simboliza a la ley de Dios en el corazón de Cristo. De hecho, la ley en medio de su corazón nos expresa la perfección de su obediencia –el hecho de que Dios halló en Él, y solo en Él, la verdad en lo íntimo (Sal. 51:6). Esta fue una total y completa respuesta a todos los requerimientos de su santidad, de manera que Dios podía descansar, con perfecta complacencia, en el Señor Jesús. Al contemplarlo haciendo siempre lo que le agradaba, Él pudo expresar el placer de su corazón en estas palabras: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mat. 3:17).

E. Dennett

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