Id… no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.
En Nehemías 8:1-9 y Hageo 2:3 hallamos el motivo de su tristeza y dolor: la desobediencia. Y también es cierto con relación a nosotros. No podemos ser felices y regocijarnos en el Señor mientras lo desobedecemos. Pero cuando reconocemos nuestros errores y nos arrepentimos sinceramente, y somos restaurados, no debemos proseguir en nuestro dolor. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados» (1 Juan 1:9). David dijo: «Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová, y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Salmo 32:5).
Es entonces cuando el Señor restaura nuestro gozo. Si contristamos al Espíritu Santo, no podemos tener el gozo del Señor, pues este gozo forma parte del fruto del Espíritu (Gál. 5:22). No podemos fabricar aquel gozo, solo será nuestro cuando tengamos una comunión sin obstáculos con el Señor Jesucristo. Él dijo: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor… Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo» (Juan 15:9-11).
Este gozo del Señor es nuestra fuerza. ¿Nos quejamos de la debilidad espiritual, ya sea a nivel personal, familiar o congregacional? Entonces gocémonos en el Señor. Que cada uno de nosotros se deleite en nuestro Salvador. Si antes de reunirnos como asamblea de creyentes, pasamos tiempo personalmente en su presencia, meditando en su bondad hacia nosotros, entonces experimentaremos su gozo y nuestros corazones rebosarán de alabanza a Él. Recordemos nutrirnos de su Palabra, enviar porciones a otros, vivir a la luz de que cada día es santo al Señor, ¡y regocijarnos en Él!
A. M. Behnam