Tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón… y cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, he aquí Dagón postrado en tierra delante del arca de Jehová.
Dios utiliza diversas circunstancias prácticas para enseñarnos, y en este capítulo lo hace poderosamente. Los filisteos habían vencido a Israel y habían capturado el arca, ¡pero pronto se arrepintieron de haberlo hecho! Estimando el arca como un fetiche religioso más, ellos la pusieron en el lugar donde se guardaban tales cosas –en la casa de Dagón, su dios pez. Tanto los filisteos como sus homólogos modernos siempre creen que las cosas religiosas deben permanecer cuidadosamente categorizadas y resguardadas en su debido lugar.
Pero Dios no participó del plan de ellos. Así como no tolera la hipocresía ni las nimiedades de su propio pueblo, tampoco permitiría que su santa arca del pacto fuese tratada como un fetiche religioso. Para los filisteos, el Dios de Israel era simplemente otra deidad más perteneciente a otro pueblo. Por lo tanto, Él les dio una lección simple y práctica para enseñarles lo equivocados que estaban. Cuando se dirigieron a la mañana siguiente a la casa de Dagón, donde habían puesto el arca el día anterior, hallaron a su dios en una mala posición. De hecho, luego de acomodarlo, el día siguiente lo encontraron en la misma posición, postrado delante del arca de Jehová, pero ahora sin sus manos ni su cabeza. ¿Cuál es la enseñanza de todo esto? Dejemos que Isaías 42:8 nos de la respuesta: «Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas».
Los filisteos habían puesto al Dios vivo y verdadero, el Creador de todas las cosas, al mismo nivel que Dagón, Baal y otras deidades de la época. Millones de personas hacen lo mismo en la actualidad. Aunque Dios puede permitir que el arca de su testimonio sea capturada debido al fracaso de su pueblo, necesitamos comprender que Él pronto mostrará quién es Señor. Este pensamiento es de mucho consuelo. A pesar de todos los fracasos del hombre, Dios mantiene su gloria y su testimonio.
G. W. Steidl