Se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
La transfiguración del señor Jesús fue un anticipo de su reino de mil años (2 Pe. 1:16-18). Mateo, Marcos y Lucas nos relatan que los vestidos de Cristo se transformaron, pero el relato de Mateo es el único que nos dice que «resplandeció su rostro como el sol». El sol es la imagen de la gloria suprema que gobierna el día (Gén. 1:16). Esta característica sugiere la supremacía absoluta del Rey y su reino, que es el tema central del evangelio de Mateo. En aquel día, Él será preeminente sobre todas las cosas, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
Vemos algo similar en Apocalipsis 1:16, donde vemos la supremacía oficial del Hijo del Hombre glorificado. Allí leemos que su rostro era como el sol resplandeciendo en su fuerza. Sin embargo, allí sus vestidos tienen un carácter judicial. Él tiene la preeminencia en las asambleas y juzga en conformidad a esto.
De forma asombrosa, el relato de la transfiguración en el evangelio de Marcos, en contraste con el resto, enfatiza más la transformación de los vestidos que la transfiguración de su Persona. Esto está en correcta relación con el carácter de ese evangelio, el cual presenta a Jesús como el Siervo de Jehová. Aquel que «tomó forma de siervo» es aquel ante quien se postrará el universo entero (Fil. 2:7-10). Las vestimentas en la Biblia representan el carácter y el comportamiento de quien las usa. El carácter de su reino, tal como lo describen los profetas, está en total contraste con los gobiernos corruptos de esta época actual de oscuridad (Efe. 6:12). Sus vestidos «se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos» (Marcos 9:3). La blancura extrema de los vestidos del Siervo Perfecto expresa que no habrá ninguna mancha de pecado en la administración de su reino.
Brian Reynolds