Id… porque día santo es a nuestro Señor… porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.
Para tener el gozo del Señor, primero debemos estar bien nutridos por la Palabra de Dios, pues esa es la aplicación espiritual a «comed grosuras, y bebed vino dulce». También debemos preocuparnos por las necesidades espirituales de otros, «enviándoles porciones». Eso nos ayudará a tener el gozo del Señor. Pero hay más cosas que debemos aprender. Cada hijo de Dios debe recordar que este día (como todos los días) es santo a nuestro Señor, pues no somos nuestros, ya que hemos sido comprados por precio (1 Cor. 6:20). ¡Y a qué precio! Por la sangre preciosa de Cristo, que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros. ¡Cuánta fortaleza espiritual tendremos si recordamos constantemente este grandioso hecho!
El pueblo había sido llevado cautivo a Babilonia porque se preocupaban solamente de sus deseos y pasiones egoístas, y se habían olvidado de Dios, quien los había amado y se había hecho cargo de sus necesidades. La palabra santo o santificado significa «apartado». Es verdad que cada uno de nosotros tiene responsabilidades como el trabajo secular, las necesidades familiares, y muchas otras cosas más, pero todo esto debe ser realizado teniendo en vista la gloria de Dios: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor. 10:31).
El enemigo de nuestras almas trata de hacernos creer que podemos ser felices si dedicamos algo de tiempo a las «tareas religiosas», y utilizamos el resto de tiempo como si nos perteneciera para hacer lo que queramos. La verdadera felicidad reside en la completa devoción y la total dedicación, cuando nuestro corazón, alma y mente están ocupadas con Él; cuando pasamos el mayor tiempo posible en la Palabra, en Su presencia; y cuando buscamos ayudar a otros por el poder del Espíritu Santo. Este será el feliz resultado de comprender que nuestros días son santos a nuestro Señor. ¡Que el Señor nos conceda el poder para realizar esto, y así tengamos el gozo del Señor, el cual es nuestra fuerza!
A. M. Behnam