He aquí mi siervo… No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare.
(Isaías 42:1, 3)
¿Qué hará Jesús con alguien como yo, errante, desleal, y a veces hasta traicionero? ¿Cuántos votos olvidados hay en mi historial? ¿Y cuántas promesas incumplidas? ¿Y cuántos días han pasado sin que eleve oración alguna? ¿Y cuán a menudo he sucumbido, como una caña, a la primera ráfaga de tentación? ¿Y cuán frecuentemente he estado, como un pábilo humeante, cerca de apagarme por mis graves omisiones y mis aún más culpables acciones? ¡Oh, alma mía, puede que te halles en un estado muy deplorable, pero tu Salvador no te abandonará ni te dejará morir! La caña se podrá cascar, pero Él no la quebrará. El pábilo podrá reducirse a una pequeña brasa humeante, ¡pero Él avivará la diminuta llama!
Sabiendo entonces que tu Salvador no te abandonará, ¿por qué herir su corazón con tus continuas lamentaciones? En lugar de llorar por tu debilidad e incredulidad, clama a Él, el Fuerte, para que te de la fuerza necesaria. Si estás cansado y debilitado, recuerda que tienes un brazo omnipotente y eterno en el que apoyarte. Él «no desfallece, ni se fatiga con cansancio» (Is. 40:28). Escucha su promesa de gracia: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Is. 41:10). Si dejas entonces todo falso apoyo y todo vano refugio, serás capaz de decir: «Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré» (Sal. 18:2). La Palabra de Dios, en Proverbios 3:5-6, nos dice cómo hacer esto: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.»
J. R. Macduff
Cuando en la prueba falta la fe
Y el alma vese desfallecer,
Cristo nos dice: «Siempre os daré
Gracia divina, santo poder».
F. Crosby