Una mujer que padecía de flujo de sangre… se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo:… Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
Cuando el apóstol Pedro le detalló el ministerio de Cristo a Cornelio, le dijo lo siguiente: «Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret» (Hec. 10:38). El Señor Jesús anduvo por ahí sanando a los enfermos y liberando a los que se hallaban oprimidos por el diablo. Las personas de Nazaret también dieron testimonio de esto, cuando expresaron que el Señor Jesús había realizado grandes milagros (Marcos 6:2).
En el texto de hoy, Él preguntó quién lo había tocado –no porque no lo supiera, sino más bien para que la mujer se acercara a Él. Había percibido que había salido poder de Él. Qué maravilloso ver que todo lo relacionado con el ministerio de Jesús en la tierra no era simplemente una cuestión de poder, sino también de gracia, porque el poder salía de Él para bendecir a otros. Lleno de gracia, Él llevó a cabo grandes y poderosas obras hacia los pecadores perdidos, pues no vino para condenar al mundo, sino para que los pecadores pudiesen ser salvos (Juan 3:17).
Sin embargo, en un día muy cercano, el Señor Jesús se vestirá de otras «vestimentas de poder». El día de gracia culminará y llegará el día de la venganza (Is. 61:2). Cristo se revelará como «Rey de reyes y Señor de señores» y será visto de «una ropa teñida en sangre» (Apoc. 19:13, 16). Esto no representa la sangre de su cruz, sino más bien la sangre de sus enemigos (comp. Is. 63:3). En aquel día, Él ejecutará su gran poder en el juicio de los vivos y herirá a las naciones y a aquellos que se le opongan en guerra. Él aparecerá con poder y gran gloria (Mat. 24:30).
Brian Reynolds